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El Barcelona respondió a la victoria de la Juventus en Kiev imponiéndose a un inocente pero descarado Ferencvaros, que se marchó de su primera visita al Camp Nou goleado de forma incontestable (5-1) después de disfrutar de veinte minutos iniciales impensables, en los que provocó el terror en la defensa, alucinada, de un equipo que despertó al ritmo de Messi, a quien le bastó con aparecer en cuentagotas para desequilibrar el partido.

Proyecto en construcción, el Barça regresó a la Champions con un vestido muy distinto al que se vio en su última aparición, la terrible noche de Lisboa. No jugaron ni Ter Stegen ni Alba (lesionados), ni tampoco Semedo, Vidal y Suárez (traspasados). Ni tampoco Busquets (suplente). Solo cinco de los once jugadores que empezaron aquel partido frente al Bayern repitieron ante el Ferencvaros. Y en esa revolución se entienden ciertos desajustes.

Ganó el equipo de Koeman en una noche de contrastes. Comenzó fatal, se recuperó cuando lo decidió Messi, se gustó por medio de un Trincao que puede poner en duda la titularidad de Griezmann en el Clásico y tuvo tiempo, también, de perderse en la vulgaridad y los nervios, que llegaron tras el penalti de Piqué, doblemente penalizado con una expulsión que le apartará del partido de la próxima semana en Turín ante la Juventus.

Destacó de entrada Trincao y de salida lo hizo Pedri, con su estreno goleador en una jugada por banda de Dembélé, que también quiso hacerse ver con el último gol de la noche. Fueron secundarios de lujo en esa parte final que quiso revolucionar Koeman atendiendo al crecimiento con el que amenazaba un Ferencvaros al que el 3-1 ilusionó por momentos, los peores del Barça desde ese inicio preocupante, de veinte minutos iniciales de susto en susto.

Susto de Nguen, con el gol anulado por un fuera de juego de centímetros, y susto con el obús a la cruceta de Isael Barbosa. Apretaba el equipo húngaro y solo se encontraba, a ratos, el Barça por el revoloteo de Trincao por banda, hasta que allí se colocó Messi, tomó un balón, lo dirigió en diagonal hasta provocar el penalti que abrió la noche, él mismo.

Ya son 16 temporadas marcando en Champions las que suma Leo, que, como si no existiera un mañana, ni un ayer, borra de un plumazo cualquier duda que alguien, que debe haberlo, ponga sobre su nombre. Se apoyó el Barça en el argentino para dejarle claro al Ferencvaros que su misión era imposible y de ello se encargó de confirmarlo

Ansu Fati, marcando al borde del descanso y asistiendo, al comienzo de la segunda mitad, el 3-0 de Coutinho.

El Barça ganó, goleó, pero con luces y sombras. Quedó tras ese gol del brasileño la sensación de no ser capaz el equipo español de rematar la noche con una goleada indiscutible, penalizado por partida doble con la expulsión de Piqué pero reviviendo en la parte final con los goles de Pedri y Dembélé para demostrar que está en camino, en construcción y con buena materia prima.

Muchos cambios, alguna que otra sombra pero nombres que pueden hacer dudar al entrenador. Gustó Trincao, brilló Ansu, gustó Pedri y se hizo ver Dembélé.

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