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Esto es lo que sucede cuando criticas a los demás

La Madre Teresa nos enseña: “Quien dedica su tiempo a mejorarse a sí mismo, no tiene tiempo para criticar a los demás”. Sin embargo, no es tan fácil ponerlo en práctica.

1. El tiempo que pasas hablando mal de los demás es tiempo que pierdes para ti mismo.

Siempre que te fijas en lo que hacen los demás pierdes tiempo en ti mismo. Si te observaras un poco más notarías que tú tampoco eres perfecto y que siempre hay cosas que mejorar. Si entiendes que todos nos equivocamos, es posible que seas más tolerante con los demás.

2. Criticar sólo pone al descubierto las inseguridades de quien critica.

Al criticar o juzgar a los demás, sólo estamos reflejando nuestros propios defectos en ellos. Cada persona se define por sus actos. Cuando tú criticas sólo eres eso, una crítica.

Las personas que son felices no necesitan atacar a los demás.

3. Contrario de lo que se piensa, criticar sólo destruye a quien critica.

Criticar provoca una reacción negativa no sólo en el criticado sino también en quien critica. No tienes la verdad absoluta y si criticas te enfocas en algo negativo solo porque tú crees que está mal. Las cosas suceden por muchas causas y muchas veces no sabes ni la mitad de la historia.

A nadie le gusta que lo juzguen de manera incorrecta. Si no te gusta que te lo hagan a ti, no se lo hagas a los demás.

En definitiva, el mundo no gira a nuestro alrededor ni las personas actúan sólo para que tengamos que criticarlas. Intenta ser más tolerante con los demás, vive y deja vivir, y la próxima vez que vayas a criticar a otro hazte estas tres sencillas preguntas:

  • ¿Mi crítica es constructiva y ayudará a los demás?
  • ¿No hago yo también aquello por lo que estoy criticando? ¿Quién soy yo para juzgar?
  • ¿No es preferible que dedique mis esfuerzos a tratar de entender antes que a criticar?

Cuento del oasis

A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando:

— ¿Qué clase de personas viven aquí?

El anciano le pregunta:

— ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?
— Un montón de gente egoísta y mal intencionada. Estoy encantado de haberme ido de allí — replicó el joven.

— Lo mismo habrá de encontrar aquí, — respondió el anciano.

Ese mismo día otro joven se acercó a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó:

— ¿Qué clase de personas viven en este lugar?

El anciano respondió con la misma pregunta:

— ¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
— Un magnifico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado.
— Lo mismo encontrarás aquí, — respondió el anciano.

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al anciano:

— ¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?

Entonces el anciano contestó:

— Cada uno de nosotros sólo puede ver lo que lleva en su corazón. Aquel que no encuentra nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa ni aquí ni en ninguna parte.

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