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Madres protegen a sus hijos criminales

Familiares niegan que niños sean delincuentes como un mecanismo de defensa o no se dan cuenta por su estilo de vida, declaran expertos

En México, 18 mil 387 adolescentes ingresaron a un centro de tratamiento por cometer robo, lesiones, homicidio, narcomenudeo y hasta feminicidios, entre otros delitos, de 2015 a 2016, de acuerdo con los datos del Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistema Penitenciario Estatales, del Inegi. La Ciudad de México, Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco y Sonora fueron los que reportaron una mayor incidencia. Cinco de cada 10 ingresos fueron en estas entidades.

El 50% de los ilícitos en los que incursionaron es el robo. Cada año, más de 4 mil adolescentes fueron ingresados por estas violaciones. En 2015, el robo de autopartes era una de las categorías con más registros: 884 menores de edad. Un año después, la cifra bajó hasta 24 detenciones, pero la agresión que se disparó fue el robo a transeúnte en la vía pública; en 2015 se reportaron 481 adolescentes que cometieron este crimen. En 2016 la cifra fue más del doble: 960 capturados.

De los más de 18 mil ingresos en 2015 y 2016, 6%, es decir mil 121, fueron por asesinato. Jalisco y Chihuahua presentaron los números más altos. En promedio, 146 jóvenes residentes de cada uno de estos lugares fueron acusados de asesinato en esos años. La cifra más alarmante se presenta en el estado del norte. La información muestra que en 2015 el número de adolescentes que ingresaron por homicidio llegó a 34, mientras que en 2016 escaló hasta 107.

Las cifras generales muestran un descenso entre 2015 y 2016. Las lesiones, el robo y lo que catalogan como “otros delitos” registraron números a la baja; sin embargo, del otro lado se posicionaron incidentes más violentos como el narcomenudeo, homicidio y agresiones sexuales. Estos tres registran un incremento de un año a otro, principalmente el que se relaciona con las drogas.

En 18 de las 31 entidades de la República, algún adolescente ingresó a un centro por crímenes asociados con sustancias ilícitas, desde la posesión, venta o suministro de drogas.

El detalle revela que los menores de edad de Baja California son más propensos a caer en estas acciones; 30% de los ingresos por narcomenudeo, de 2015 a 2016, son en este estado. Coahuila y la Ciudad de México son los que siguen en el listado, aunque sus registros apenas llegan a 100 en los dos años, mientras que la entidad norteña supera 300.

A nivel nacional, en 21 lugares se reporta una disminución del número de menores infractores, pero los datos de Chihuahua son totalmente opuestos. En 2015 se reportó el ingreso de 340 jóvenes por algún tipo de delito, del fueron común y del federal. En 2016 sus cifras llegaron a 688. Fue el único que duplicó sus números en 12 meses.

Las conductas antisociales del fuero federal bajaron de 26 a 14 y los adolescentes que cometieron homicidio subieron de 34 a 107. Algo similar ocurrió con el delito de violación, el cual pasó de 21 a 68, de 2015 a 2016.

Defienden a familiares

Para Nelia Tello, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, el que los padres no sepan acerca de las actividades de sus hijos o cuándo se involucran en el crimen se debe a las condiciones de vida tan agilizadas con poco tiempo para estar detrás de los hijos y conocer sus actividades; sin embargo, advirtió que en muchos casos los padres están enterados de lo que hacen sus hijos, pero lo niegan como parte de un mecanismo de defensa.

“Cuando una madre se da cuenta de lo que su hijo está pasando, como mecanismo de defensa tiende a protegerlo. Aunque ellas sean amas de casa, lo que hacen es negar y afirmar que como sus hijos les dicen que no pasa nada lo creen. Cuando las cosas son pequeñas, pocas y de poco impacto, las madres lo ignoran y piensan que son de niños o jóvenes”, dijo.

Pidió a los padres estar muy atentos a cualquier cambio de actitud o ante cualquier señal que puedan indicar que algo sucede con los jóvenes, por ejemplo, traer zapatos y ropa nueva, contar con dinero, puesto que declaró que una conducta criminal no se da de la noche a la mañana, sino que es un proceso, Gabriela Porras, catedrática de la Universidad Panamericana, consideró que hay un abandono de parte de los padres de familia en el “acompañamiento” de sus hijos, en especial en una etapa fundamental para la formación de su identidad como lo es la adolescencia, por lo que recurren a lo que tengan cerca como es el internet, la televisión e incluso al crimen para obtener un sentido de pertenencia.

“Los padres por necesidad tienen que salir de casa para poder cubrir un mínimo económico indispensable, pero el problema es que no regresamos como formadores, ni como constructores de la personalidad de nuestros hijos. Como sujeto en desarrollo, los jóvenes deben tener un sentido de pertenencia, además de que se quiere que las cosas sean fáciles y prontas y es lo que ofrece el crimen organizado. Se les atrapa en una edad de definición de su individualización”, remarcó.

Comentó que los papás deben estar más cerca, acompañar a sus hijos sin que se traduzca en una “fiscalización” y acoso.

Por Vanguardia

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